Los glóbulos rojos contienen dos proteínas muy importantes: la hemoglobina, que permite el transporte del oxígeno por el cuerpo, y otras llamadas antígenos que se encuentran en la parte exterior de la célula, que son las que determinan el tipo de sangre que una persona tendrá. Existen tres tipos de antígenos, A, B y O, que se heredan de nuestros padres. Debido a que A y B son dominantes y O es recesivo, las combinaciones quedan de la siguiente manera:
La importancia de saber nuestro tipo de sangre reside en los glóbulos blancos, que son los que componen el sistema inmunológico. Estos se encargan de identificar organismos que no son parte del cuerpo. Si en una transfusión se utiliza un tipo de sangre que no es la misma del paciente, sus glóbulos blancos identificarán los nuevos glóbulos rojos como una amenaza y los destruirán.
Por otro lado, existe otra proteína llamada Factor RH, que determina si nuestro tipo de sangre es positivo o negativo. Este factor en general no presenta problemas, pero si lo hace es durante el embarazo. Una madre con factor RH positivo con una bebé con factor RH negativo provocará que los glóbulos blancos de la madre ataquen al feto, creyendo que es una amenaza.